“Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería”. Lucas 17:6 Los adultos pensamos que la fe es un asunto de los “maduros espirituales”, sin embargo, en la practica les puedo asegurar que el premio de la fe más “rápida” es para los niños. Es tan fácil descubrir la capacidad de creer que tiene un niño y un adulto; a un niño le podemos hablar sobre un acontecimiento determinado como la existencia de un personaje ficticio que trae regalos en determinada fecha, y el niño lo cree porque sus padres o seres queridos se lo están asegurando, el niño utiliza su capacidad de creer en lo que le enseñamos. Jesús en repetidas ocasiones le dijo a los adultos: “hombres de poca fe”, en Mateo 6:30 (RVR1960) podemos leer: “Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?” En una ocasión en el Power Club un niño comento: “los niños somos mas rápidos para creer, los adultos se hicieron lentos para creerle a Dios”. Hablando de efectividad en los resultados al predicar o enseñar, donde crees que tendremos mejores resultados: en los niños que son rápidos para creer y que aun no han sido contaminados por el sistema del mundo, o en los adultos que ya están “rotos”, que necesitan muchas reparaciones y que son difíciles de creer en lo sobrenatural de Dios. Los niños son el mejor campo del que podemos recibir frutos mas rápidamente, y lo mejor es que si formamos niños con una fe como para desarraigar un sicómoro, no será tan fácil para el mundo “romperlos” como a los adultos que no creen tan genuinamente como los niños. ¿Quién se atreve a desarraigar un sicómoro? Y tú, ¿Qué piensas al respecto?, te invito a que compartas tu opinión. Hugo Espinoza KIMI México.
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Hace muchos años en una aldea lejana llegaron algunos turistas. Era un lugar muy pintoresco donde se fabricaban unas bellísimas ollas de barro, sin embargo, una de las tradiciones particulares de este lugar era romper las orejas de dichas ollas al momento de que alguien las comprara. Aunque tal acción era llamativa para todos los visitantes, no dejaba de ser extraño aún para los mismos habitantes de dicha comunidad.
Todos daban por hecho que se trataba de una tradición cultural de la localidad y, aunque preguntaban, la respuesta no era muy profunda, se limitaban a decir que, “así los habían instruido sus ancestros”. En una ocasión una persona decidió indagar un poco más y le preguntó a una mujer que recién había terminado una y justo le estaba rompiendo las orejas de acuerdo a la tradición. Esta mujer le dijo que había sido instruida por su madre y a su vez su abuela. Esta persona, intrigada por el hecho le preguntó si su abuela aún vivía y si podría preguntarle. A lo que le respondieron, si, claro adelante. Se dirigieron hasta donde se encontraba la abuela y le preguntaron, ella, con una sonrisa en su rostro respondió, no lo sé, pero mi mamá podría responder esa pregunta pues ella era una niña cuando la tradición comenzó. Vayan, pregúntenle a ella, está en su recamara. Los visitantes, asombrados, se dirigieron a donde ella se encontraba. Una hermosa anciana entrada en años, de largos cabellos blancos. Le preguntaron acerca de esta particular práctica regional. Ella sonrió y procedió a explicar. Pues, cuando yo era pequeña, mi papá construyó el horno de la casa donde vivía. Como no era el más diestro albañil el horno no tenía la medida necesaria para las ollas que teníamos entonces, así que, mi mamá les rompía las orejas para que pudieran entrar en el horno y así poder cocinar. Fue la acción necesaria para la necesidad de ese momento, de esa época, sin embargo, después se quedó como tradición hasta el día de hoy. Esta ilustración nos deja ver cómo es que se forma un paradigma. Hacemos muchas cosas porque así nos enseñó la persona que estaba antes de nosotros, y la persona que estaba antes de esa persona así se lo enseño, no obstante, desconocemos la razón por la cual se hacen. En el ministerio de niños encontramos este paradigma en la manera en que enseñamos a los pequeños. Nos unimos al ministerio, al grupo de maestros y nos dan la pauta de lo que se hace y, lo hacemos. Luego, cuando ha pasado algún tiempo, llega alguien nuevo al grupo y nos toca enseñarle lo que nos enseñaron. Es tiempo de romper el paradigma, entender por qué hacemos lo que hacemos para poder saber si lo que hacemos nos lleva a la meta que queremos. No estoy sugiriendo que lo estamos haciendo todo mal, tampoco estoy criticando todo lo que hacemos dentro del ministerio de niños, lo que sí pretendo es, que podamos preguntar, cuestionar las razones, los motivos para llegar a comprender porque se hace de esta manera. Solo entonces podremos decidir qué es lo que nos ayuda y que es lo que no nos ayuda a llegar a nuestra meta. Hablar de nuestra meta como ministerio de niños es un tema sumamente amplio que abordaremos en otro artículo. Por ahora, vamos a asumir que la hemos definido y vamos a centrarnos en identificar las cosas que nos ayudan a llegar a ella. Cambiar un paradigma no sucede de la noche a la mañana ni de un domingo al otro, pero, si no se da el primer paso, nunca nos acercaremos a ellos. Ese primer paso es, cuestionar lo que hacemos y cómo lo hacemos, para entender mejor aquello que hacemos. Cuando comenzamos a preguntar, comenzamos a avanzar, encontramos en este camino que, algunas cosas, realmente no nos están ayudando a llegar a la meta, algunas otras si. Entonces inicia el cambio de paradigma en el ministerio infantil. Me gustaría terminar este artículo dejando las siguientes preguntas para que las medites. ¿Qué hago en el ministerio de niños? ¿Me gusta estar aquí? ¿Por qué hago lo que hago? ¿La manera en que lo hago me está llevando a la meta? Cambiemos el paradigma! Mich Gutiérrez KIMI México Hoy contaré un poco de mi vida, de mi caminar con Dios desde muy pequeña. Tengo días pensando en esa paternidad maravillosa en la que fui instruida desde mis pocos años, crecí con una figura paterna ausente, sin embargo mi Má se empeñaba todos los días en dejarme claro que Dios era mi Padre y El cuidaría en todo momento de mi como una hija especial y muy amada, aun cuando ella no estuviera presente yo tenía al mejor Padre puesto que Él es un Padre Omnipresente, así que cuidaría de mí en todo momento, esas enseñanzas fueron parte de mi vivir diario, así que de alguna manera me hice un tanto intrépida al no temer que algo me sucediera, algunas veces le contestaba a mi Má diciendo: No te preocupes por nada que Dios me cuida y nunca me pasará nada, ella angustiada por los lugares donde yo andaba. Mi trabajar con niños fue desde muy pequeña tal vez a mis 11 años ya estaba apoyando a las maestras de la escuela dominical, a mis 19 aproximadamente comencé a apoyar a un comedor en una zona marginada, a mis 21 ya dirigía un comedor en una zona más pobre que la anterior e igual de marginada, en mis andadas no paso por mí mente el temor, puesto que yo decía mi Padre está conmigo, tenía la certeza que El no permitiría que me fuera tocado ni un cabello de mi cabeza, recibí amenazas y claro que ya viendo la daga me llegaban los ruegos de protección divina y así varias historias que podría contarles. Aun embarazada las recibí y Dios siempre poniendo un cuidado especial sobre mi vida y mi familia, doy gracias a Dios por la vida de mi Má que me presentó ¡al mejor Padre del universo! Mi pregunta es, ¿Cuántos de nosotros hemos logrado transmitir impactar de esa misma manera de confianza a nuestros hijos, alumnos, sobrinos, nietos, hijos de nuestros amigos, etc.? ¿Cuántos de nosotros hemos tomado esa paternidad que viene desde lo alto y poderla experimentar a nivel de un niño que todo lo cree? Mis amados, tantos niños que viven con papá, pero su figura es ausente y necesitan que hablemos de un Padre que te abraza, te carga, te apapacha y cuidará de el en todo momento, un respaldo que viene fuera de lo terrenal, sobrenatural, llevemos aun a nuestros hijos con padres presentes a experimentar a un Dios que permanecerá con ellos todos los días hasta el fin de este mundo. Su amor no se agota, no mengua, no claudica, ¡su amor es incomparable! Yo seré un padre para ustedes, y ustedes serán mis hijos y mis hijas, dice el Señor Todopoderoso. 2 Corintios 6:18 Dios mío, ¡tu amor es incomparable! Bajo tu sombra protectora todos hallamos refugio. Salmos 36:7 Podemos ver a un padre que nos dice: “voy a estar ahí, te lo prometo” Madary De Loera KIMI México “No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos”. Gal. 6:9 Perseverar: mantenerse constante por largo tiempo. Constancia y permanencia. Constancia: voluntad inquebrantable, determinación. Permanencia: seguir en un mismo objetivo o meta. Que importante es perseverar en la enseñanza a los niños, sembrando día a día en sus preciosos corazones y sus hermosas vidas. No es fácil ver pasar los días, meses y años. Se puede caer en desánimo, flojera, falta de tiempo, falta de interés, por que no se ven resultados inmediatos, sólo Dios nos puede sostener en cada etapa y temporada. Como madre de hijos adultos te puedo compartir que, aunque no ha sido fácil, en cada momento Dios me sostuvo, animó y fortaleció. Te invito a no desmayar, a continuar y enfocarte en la meta, paso a paso. Sembrando la Palabra de Dios en los corazones de tus hijos, puedes estar seguro que es la mejor tierra para sembrar vida, riega con amor, fe y oraciones constantes, poda con exhortación y ejemplo, y vitamina con juegos y risas. Hoy más que nunca persevera, en un mundo herido y necesitado se levanta una generación que sabe perseverar y que sembrará en sus hijos la preciosa semilla de vida eterna. Los frutos llegarán, madurarán y seguirán con esta gran misión: PERSEVERAR. Porque Fiel es el que nos sostiene. Mil abrazos y bendiciones, Claudia Olivera Equipo KIMI. Todos conocemos la historia en la Biblia donde Jesús reprende a sus discípulos cuando ellos, en su afán por mantener el orden mientras él hablaba, alejaban a los niños de su presencia. En realidad no había mala intención de parte de ellos. Tan solo pretendían guardar cierto orden mientras el maestro enseñaba, solo hacían lo que de pequeños se les había enseñado a hacer en este tipo de situaciones. Seguramente en su infancia fueron reprendidos por sus mayores estando en la sinagoga mientras escuchaban la enseñanza del Rabino.
Sin embargo la reacción de Jesús fue completamente diferente a lo que ellos estaban acostumbrados a ver. Mientras los maestros de la Ley probablemente habrían pedido orden, habrían pedido que se callara y se controlara a los niños, Jesús en cambio, al darse cuenta, los reprende y les pide que los dejen pasar, aprovecha la situación para dejarnos una poderosa enseñanza. Los discípulos habían sido enseñados a ser obstáculo y no puente. Lo único que sabían hacer era ponerse enfrente, alejar, y no acercar a las siguiente generación. Entonces el maestro entra en escena y les muestra un nuevo camino. Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan -dijo el maestro- mostrando la importancia de que los pequeños tengan acceso también a él. Hoy en día, aunque conocemos esta historia, en un gran sentido, replicamos la actitud de los discípulos. Queremos a los niños callados y alejados del lugar donde se está compartiendo la palabra. Bloqueamos de muchas formas los accesos a la presencia de Dios. Al igual que en los tiempos de Jesús, los pequeños pueden ser ruidosos, juguetones y poco cuidadosos con las cosas a su alrededor. Nosotros en nuestro afán por cuidar el orden y la reverencia, muchas veces haciendo lo mismo que ellos. Siendo obstáculos en lugar de puentes. No estoy sugiriendo que no debamos tener orden, mucho menos que permitamos que los niños jueguen y griten justo a la hora de la predicación de la palabra, de ninguna manera. Lo que sí estoy tratando de poner sobre la mesa es que, el maestro nos enseñó que debemos aprender a ser un puente que pueda conectar a los niños con él y no un obstáculo que los mantenga alejados. Dentro de la Iglesia hay lugares que parecen estar completamente prohibidos para los niños. Ellos no pueden acercarse al púlpito, a los instrumentos, a los aparatos porque son caros y los pueden descomponer, entonces, creamos barreras para proteger estas cosas de ellos. Una vez más, no estoy sugiriendo que se les permita jugar con todo este equipo como si se tratara de juguetes, no. El problema es que no aprendemos a ser ese puente que los enseñe, que los tome de la mano y les muestre cómo usarlos, cómo cuidarlos. No hay momento en el que nos demos a la tarea de acercarlos. Hay espacios que están completamente cerrados para ellos hasta que cumplan cierta edad que nos parece razonable para, entonces, permitirles acercarse. Lo malo con esta línea de pensamiento es que, para cuando llegan a esa edad, ya es demasiado tarde, ya no quieren acercarse, ya no están interesados. Todo esto porque fuimos un obstáculo en lugar de un puente. Necesitamos cambiar nuestra manera de pensar, modificar la manera en la que acercamos a nuestros niños a la presencia de Dios, al atrio, al lugar santo y al lugar santísimo. Necesitamos tomarlos de la mano y llevarlos hasta estos lugares, tomarnos en el tiempo para enseñarles para instruirlos. No podemos bloquear los accesos durante las etapas de formación de los niños y luego esperar que quieran acercarse en la siguiente etapa de su desarrollo, puede ser demasiado tarde. Un puente comunica, acerca, provee un camino entre un punto y otro. Un obstáculo solo bloquea el camino e impide la comunicación sin la cual no tendremos relación alguna y terminamos acabando con todo interés posterior por acercar a alguien a la presencia de Dios. Hoy quiero animarte a convertirte en un puente, en una puerta de acceso para la siguiente generación. El maestro está esperando a los niños también. ¿Qué vamos a ser nosotros? ¿Un obstáculo o un puente? Mich Gutierrez KIMI Mexico Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Dios es un Dios de generaciones. 1 Oh pueblo mío, escucha mis enseñanzas; abre tus oídos a lo que digo, 2 porque te hablaré por medio de una parábola. Te enseñaré lecciones escondidas de nuestro pasado, 3 historias que hemos oído y conocido, que nos transmitieron nuestros antepasados. 4 No les ocultaremos estas verdades a nuestros hijos; a la próxima generación le contaremos de las gloriosas obras del Señor, de su poder y de sus imponentes maravillas. 5 Pues emitió sus leyes a Jacob; entregó sus enseñanzas a Israel. Les ordenó a nuestros antepasados que se las enseñaran a sus hijos, 6 para que la siguiente generación las conociera —incluso los niños que aún no habían nacido—, y ellos, a su vez, las enseñarán a sus propios hijos. 7 De modo que cada generación volviera a poner su esperanza en Dios y no olvidara sus gloriosos milagros, sino que obedeciera sus mandamientos. Salmo 78:1-7 NTV En estos versículos se nos enseña la gran importancia de transmitir las verdades bíblicas a las siguientes generaciones. Tu eres el principal pastor y maestro de tus hijos, eres la persona indicada para esta misión, te presento algunas ideas para que lo lleves a cabo:
y su instrucción es una luz; _________________________________________ La infancia es un periodo muy corto, pero también es el mejor tiempo para enseñarles, así que debes aprovecharlo al máximo. Lo que tú les enseñes quedará grabado en sus corazones y ellos a su vez lo transmitirán a sus generaciones. Enseñanza espiritual = Enseñanza eterna. La palabra de Dios permanece para siempre. Una gran enseñanza y un gran legado de generación a generación. Es tu tiempo Lo puedes lograr Mucho ánimo y compromiso, Bendiciones. Claudia Olivera. Equipo KIMI México. La pregunta quizá te resulte obvia y me dirás: claro mis hijos oran cuando van a comer y cuando se van a dormir, y si lo hacen así te felicito sinceramente por ello, esta enseñanza la van a llevar consigo hasta el día que sean adultos o como dice la biblia hasta que lleguen a viejos: ” Educa a tu hijo desde niño, y aun cuando llegue a viejo seguirá tus enseñanzas”. Proverbios 22:6 TLA (Traducción lenguaje actual). Y precisamente de eso quiero que reflexionemos hoy, tu y yo tenemos la responsabilidad de educar a nuestros hijos en todas las áreas del conocimiento que tengamos a nuestro alcance, te has dado cuenta que hay abogados o médicos que sus hijos y sus nietos repitieron esa profesión, que al parecer tuvieron la habilidad de presentársela a la siguiente generación de manera tal que decidieron dedicar su vida a lo mismo que su padre o abuelo. En la responsabilidad que tenemos de enseñar a nuestros hijos a orar, ¿hasta donde queremos que ellos sean exitosos?, quizá has invertido tiempo y dinero para que tu hijo o hija sean buenos en alguna habilidad deportiva o en las artes, o en alguna otra cosa, hasta puede ser que sean especialistas en video juegos, y como lo he dicho antes; es algo bueno y también te felicito por tu perseverancia en ello. Por último, me gustaría dejar por aquí algunas preguntas que puedes hacer a tus hijos, las respuestas que recibirás de ellos te van a sorprender:
Hugo Espinoza C. Equipo KIMI México. Dios es inmutable, atrevámonos a creer en un DIOS DE MILAGROS, UN DIOS SANADOR, UN DIOS QUE RESUCITA, UN Dios que vuelve a dar aliento de vida sobre nuestras familias, Dios el hacedor de maravillas, sigue siendo el mismo y nos mandó un reto que cosas mayores haríamos en su nombre, a veces llegó a pensar que Jesús nos dió una probadita de Su Poder y nosotros no hemos llegado a creer de tal forma su Poder y gloria! Como padres, como maestros, como aquellos que han decidido ser un agente de cambio en estos días estamos siendo llevados a un nuevo nivel de fe, de tomar la mano de nuestro maestro e ir más allá, de agudizar tu y mi oído, para escuchar al Espíritu Santo, Su Palabra sigue siendo viva y eficaz, esa palabra que llega hasta las coyunturas, que penetrara hasta los huesos y los tuétano, esa Palabra que da vida, que es refrescante, que es Dulce más que la miel, esa palabra que dice proverbios que es como un banquete, eso es lo que tú y yo tenemos en nuestras manos para poder Dar a nuestros hijos y a nuestros niños de clase, si hoy te has sentido que estás en medio de la turbulencia del viaje, vuela más alto, encima de las nubes no hay más tormenta, en el mundo vendrá aflicción pero les daré paz dice Jesús en el Gran Libro, atrévete a volar más alto. Madary De Loera KIMI México Analizando el significado de la palabra legado encontramos lo siguiente: “Cosa material o inmaterial que se deja en testamento o se transmite de padres a hijos, de generación en generación”. Todos, en mayor o menor medida, entendemos de qué se trata un legado. Es, heredar, dejar o transmitir, más que otra cosa, aquellos valores intangibles que nos dan personalidad e identidad. Esas características que dan cuenta de nuestro carácter y esencia. Más allá de pasar el conocimiento adquirido, hablar de Legado es hablar de transmitir lo que eres y no solo compartir lo que sabes. Ahora, cuando el contexto es el hogar, la escuela, la familia, los valores, resulta sencillo entender de quién es la responsabilidad de pasar este mencionado legado. Sabemos que en la escuela se imparte conocimiento pero en el hogar deben impartirse los valores, es decir, el legado. Sin embargo, cuando trasladamos el contexto al ámbito espiritual, entonces comenzamos a dudar, comenzamos a preguntarnos ¿De quién es la responsabilidad? ¿Me toca a mi? ¿No debería ser de un líder espiritual con más conocimiento? Y es que, tal vez sentimos que no tenemos suficiente conocimiento o autoridad para hablar de “esas cosas” (espirituales) con nuestros hijos. Entonces volteamos a ver a la Iglesia o a nuestro mentor espiritual y pensamos bueno, esa parte del legado me parece que le toca a ellos porque yo, no estoy preparado o preparada, así que, voy a llevar a mis hijos a la Iglesia para que ellos cumplan su responsabilidad. Pero, ¿Es así? ¿Es responsabilidad de la Iglesia transmitir el legado espiritual? Bien, tratemos de responder estas preguntas de manera indirecta. La Iglesia tiene un papel fundamental en cuestión espiritual, eso es algo innegable. Es ahí donde, una vez que hemos tenido un encuentro con el creador y la obra redentora de su hijo Jesucristo, podemos crecer en conocimiento, donde podemos aprender a desarrollar nuestra relación con aquel que nos amó primero y donde podemos encontrar apoyo en el compañerismo de aquellos que, al igual que nosotros, han creído y han decidido entregar sus vidas a él. Es ahí donde muchos descubrimos, entendemos y desarrollamos el llamado que Dios nos hizo. La Iglesia tiene una gran responsabilidad para con toda aquella persona interesada en su crecimiento espiritual. Este crecimiento espiritual entonces, comienza a ser parte de nosotros mismos, de nuestra esencia de lo que somos. Y es eso precisamente, lo que conforma nuestro legado, por ende, lo que transmitimos a nuestras generaciones postreras. Nuestra relación personal con el creador es parte del legado que debemos dejar a nuestros hijos. Si, la Iglesia tiene una gran responsabilidad con aquellos pequeños que son traídos por sus padres buscando que también puedan conocer y encontrarse con Dios. Sin embargo, es similar a la escuela, donde se les imparte conocimiento que debe ser complementado con los valores impartidos en el hogar. La biblia nos muestra en Deuteronomio capítulo 6 la manera en la que Dios quiere que sean transmitido este legado. Deuteronomio 6 6 Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. 8 Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; 9 y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas. Estos versículos nos dejan ver dónde es que fue puesta la responsabilidad de transmitir el legado espiritual desde un inicio sin que, a su vez, reduzca la responsabilidad que tiene la Iglesia en el tema. Veamos esto desde la perspectiva del tiempo. Una semana tiene 168 horas de las cuales usamos alrededor de 56 para dormir dejando 112 para realizar el resto de nuestras actividades. De estas 112 horas, nuestros hijos pasan por lo menos 30 horas a la semana en un aula de clases bajo la tutela de sus profesores. En cuanto a la Iglesia, si se tuvieran dos reuniones por semana de 2 horas cada una y, en el entendido de que fuesen atendidos de manera particular en ambas, estaríamos hablando de 4 horas en el mejor de los casos, que nuestros hijos estarían bajo la tutela de un mentor espiritual. Por lo tanto tenemos los siguientes datos en cuanto las horas por semana que nuestros hijos pasan bajo la tutela de sus mentores. Vamos a verlo de manera gráfica para tener una imagen más clara de quién puede tener mayor influencia sobre la vida de los pequeños. Es en el hogar donde un niño pasa la mayor parte del tiempo. Son los padres y/o tutores quienes tienen la mayor parte de responsabilidad de transmitir el legado espiritual en ellos, lo cual no exime a la Iglesia de su responsabilidad, pero es claro que no tienen el mismo nivel de influencia en ellos con base en el tiempo que pasan bajo su tutela.
Es normal sentir que no está uno preparado, es normal sentir que, quizá no tenemos lo suficiente para impartirles en cuestión espiritual, pero, quiero animarte a que eso no te detenga. Comienza con un poco, haz un pequeño plan, toma en tus manos la responsabilidad dando pequeños pasos. Identifica lo que necesitas y poco a poco busca cubrir cada necesidad. Busca ayuda en una Iglesia cercana o con un mentor espiritual. Poco a poco te darás cuenta que no es tan difícil como puede parecer al principio. En este sitio puedes encontrar material que puede serte de mucha ayuda para llevar a cabo la importante misión de transmitir el legado espiritual a tus hijos. Todo lo que se necesita es vencer el miedo a comenzar, verás como Dios comienza a poner los medios y las personas que podrán apoyarte y guiarte en esta gran labor. Saludos y Bendiciones Mich Gutiérrez KIMI México Este tiempo es una gran oportunidad que nos está dando la vida para impartir conocimientos a nuestros hijos y ponerlos en práctica, para ir creciendo y aprendiendo juntos.
Buena enseñanza + Buen ejemplo. Las circunstancias de hoy son el escenario perfecto para llevar a cabo nuestra responsabilidad y activarla en esta hermosa y gran aventura de enseñar a nuestros hijos espiritualmente. Dios así lo diseñó: Papá y mamá somo los principales maestros de la biblia para nuestros hijos leer Deut. 4:9, y aún de nuestros nietos leer Éxodo 10:2. Educar espiritualmente a nuestros hijos desde la más temprana edad puede ser un gran tiempo, algo ameno y de mucha alegría para toda la familia. Sugerencia:
!Enorme bendición, verás resultados si perseveras! Abrazos, Claudia Olivera Equipo KIMI México. |
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Julio 2021
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