Las misiones son, sin duda alguna, una parte importante de la Iglesia. Es en sí, el inicio, las bases y la más grande encomienda que tenemos como tal. Todos conocemos y de una u otra manera nos involucramos en cumplir las instrucciones que el Señor nos dejó antes de ascender al cielo. Vamos por el mundo proclamando las buenas nuevas de salvación, trascendemos fronteras, salimos de nuestro lugar de origen, aprendemos hábitos nuevos e incluso idiomas en busca de cumplir con esa gran comisión. Todo creyente con un poco de pasión y madurez desea involucrarse en esta tarea. En muchos casos se trata de un llamado fuerte e innegable que debe ser atendido. Sin embargo, atender dicho llamado no es una encomienda sencilla pues, como hemos mencionado, implica moverse a un lugar lejano, aprender nuevas costumbres, e incluso idiomas propios de los lugares a donde se pretende llevar la palabra. Es necesario aprender las condiciones acerca del grupo al cual se desea compartir las buenas nuevas, sus usos, costumbres, formas de comunicación e intereses por mencionar un poco de ello. Después será necesario hacer un plan para ir hasta el lugar donde se establecen y comenzar a construir relaciones que nos den acceso y confianza para compartir el mensaje que se nos ha encomendado. Al ver todo esto podríamos pensar que es sumamente difícil y tal vez pensar que no estamos en condiciones de ser misioneros de campo tomando en cuenta nuestra situación ya sea económica, social o incluso civil. Moverse de localidad no es una decisión fácil de tomar, sobre todo cuando hay personas que dependen de uno, por lo que muchos deseos y planes de ser misionero se quedan tan solo en el tintero. Sin embargo, quizá existe un campo misionero que no hemos notado y que está al alcance de cualquier persona pues se encuentra dentro de cada comunidad a nuestro alrededor. Ha estado ahí todo el tiempo y tiene todas las características que se requiere para identificarlo como un grupo para alcanzar. Cuenta con sus propias costumbres, sus propios usos, su propia manera de comunicarse, en gran medida su propio idioma. Sin duda hablo de los niños, si, tal como lo lees, está y ha estado ahí todo el tiempo. Son enorme campo que también necesita escuchar el mensaje de amor y salvación, no quedan fuera de la gran comisión, son parte de ese llamado que se nos hace a ir y hacer discípulos. También entonces, debemos aprender acerca de este grupo, sus costumbres, su forma de vestir, sus intereses y sobre todo su manera de comunicarse. La ventaja que tenemos es que cada uno de nosotros fuimos alguna vez parte de ese grupo por lo que, será más fácil relacionarnos con ellos. Otra de las ventajas es que no es difícil encontrar uno de estos grupos, basta pasar por un parque, una cancha deportiva, una escuela o incluso algunas calles a nuestro alrededor y podremos verles ahí, listos para que alguien tome el llamado y se acerque a ellos, se relacione con ellos, hablando su idioma para compartirles las buenas nuevas. Los campos están blancos para la cosecha, están listos, están ahí frente a nosotros con corazones abiertos y hambrientos por el pan espiritual, sedientos por el agua de vida eterna que saciara su alma. Un campo misionero a nuestro alcance, ¿habrá entonces valientes que tomen arado y vayan a ellos? Mich Gutierrez (miembro del equipo KIMI México)
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KIMI México. Archivos
Julio 2021
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